A Rebeca (ojos guapos)
Artistas y filósofos al pie del acantilado se reunieron y votaron con sabia unanimidad desterrar de esta tierra a la niña de ojos guapos.
Las palabras son su vicio y la obra artística su trabajo, es por ello de la envidia que en la boca del abismo los artistas han plasmado.
Son pinceles, moleskines y tramoyas los caminos que invocan a la flaca consentida, qué huesuda horroriza y vestida es catrina
Mares de colores, negros aterciopelados, plomos desgastados y bisutería aperlada
son cornisas del complejo, llamado vida, que Rebeca lleva dentro.
En el último de los poemas que ella a escrito, los manjares de la carne y las gotas de vino de tristeza han hecho presa uno a uno a los que hoy promueven su caída.
La Catrina ve de frente a Rebeca que rezonga ante todo y ante todos, toda cosa, toda cosa. No es ni Koons ni Spinoza los que calman está alma, mucho menos nano tubos y grafeno de Siddhartha. Es por esto que la flaca inexorable y con las pruebas en la palma tiene motivos de sobra para cargarse a Rebeca.
En la noche de las tumbas, en la noche de los llantos, la huesuda se apunta de inmediato para ir por el encargo, de los locos y más locos que en la peña enunciaron, “a Rebeca la difusa denle claquetazo en la movie de las tumbas donde no hará ningún daño con su crítica encendida y sus tétricos sarcasmos
José Siddhartha García Sánchez
1 de Noviembre de 2011