martes, 9 de septiembre de 2014

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La noche que la Luna estaba enorme, todos gritaron desde sus vehículos, yo los vi y los escuché aunque mis padres no se percataron de ello porque ellos también gritaban una discusión sobre el precio de la leche y las facturas de la gasolina que no recibirían por retrasarse y no contar con el nuevo incremento en el combustible. Yo miraba por la ventanilla trasera del automóvil hacia el cielo en busca de más estrellas además de la Luna, pero ni una sola, como si la gorda las hubiera intimidado con su brillo y tamaño. Estábamos detenidos en un crucero esperando el cambio de semáforo y todos gritaban en todas direcciones, de repente bajaba la cara hasta la altura de las ventanillas de los autos contiguos, las puertas de los comercios y una vieja talachería. Los transeúntes gritaban disparates. Todos daban la sensación de comerse las uñas por avanzar, algunos a pie bloqueados por la serpiente de autos, otros detenidos de la misma manera pero desde sus naves; y las mujeres en las puertas de los comercios gritaban palabras que no se entendían pero que me hacían imaginar a las mismas levantándose la falda y mostrando a los hombres sus piernas para que se acercaran hasta ellas y les besaran desde la punta de los dedos en los pies hasta la altura de los calzones, pero ellos también decían cosas que no se entendían y que también me permitían ver a través de un código secreto la escena de unos contra otros en enormes fiestas con vino y travesuras de muchachos. A ellos los veía revolcándose en el pavimento gritando por un juego, una fiesta lejos de las faldas, disparando escupitajos unos a otros y riendo sin cesar, ignorando los regaños. A ellas las veía con la falda sujeta por un incaíble a la altura de los ligeros escupiendo su brochita de las pestañas y con cada pincelada estimulando el apetito de la presa que no se vuelve que sigue escupe y escupe pero que huele, todo eso veía y más, pero la verdad prefiero ver hacia el cielo, mi papá se ha movido, mi mamá se lleva la mano a la frente, afuera el ruido se ha convertido en la atmósfera que trama la vida y yo, yo veo la nube de vapor rojo que viste a la blanca dama en el cielo, Luna nueva.  
                                            J. Siddhartha G. S. 

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