sábado, 1 de noviembre de 2014

I

“¡Odio a todas las mujeres; por una pagarán todas!”
Goyo Cárdenas 


Rogelio estaba parado frente a la ventana que da a la calle cuando escuchó los ruidos en el cuarto de baño, entonces se llevó los dedos hasta la nariz y con recelo se los alejo abruptamente, se acercó al sofá forrado de plástico que su madre le heredó, sacó de entre las patas del mueble una porra con la cual se dirigió a paso acelerado hasta el cuarto de baño y ahí desató su furia una decena de veces sobre el cráneo de una mujer delgada con el vientre inflamado y un moreno moteado en amarillo. Cuando Rogelio golpeó fue tal la brutalidad que la mujer apenas pudo responder con un apagado gemido. La había recogido en la calle y la había llevado hasta su casa en su volkswagen rojo. Antes le había pagado lo solicitado y Rogelio le dio unos tips para desaparecer las manchas de paño que comenzaban a brotar en las mejillas de la prostituta. 
Rogelio bajó del auto y se condujo hasta el lugar del copiloto donde caballerosamente abrió la puerta y ayudó a bajar a “Marcela” que le aplaudió el gesto. Se tomaron de la mano y caminaron hasta el interior de la casa donde Rogelio le ofreció un brandy presidente con coca, ella le dio un trago mientras miraba a Rogelio convertirse en víctima feroz de la lujuria. Marcela, sólo levantaba una y otra vez las cejas, una muletilla que se repetirá durante todo el acto hasta el punto cercano al de su muerte. Después del trago, Rogelio la tomó por las nalgas y le lamió los senos para desatar su energía, su compulsión por el cuerpo de ella. A pesar de tener un comportamiento rudo, Marcela se enamoró de los ojos oscuros y pequeños de Rogelio, además se encantó de su timidez transformada en furia que ahora lo tenía convertido en una bestia. Ella se quitó las pantaletas y se dejó ver el pelambre negro cubriendo el pubis que a su vez era rodeado por carne estriada y poco quemada por los rayos del sol. Rogelio se bajó la bragueta y comenzó a masturbarse, mientras lubricaba profusamente. Ella miró la escena encantada y tomó de su bolso un preservativo con el logotipo del centro de salud. Rogelio, se levantó encambronado y dijo: -Esos ¡no! que me irritan la chingadera - luego caminó hasta un cajón con el pene por fuera del pantalón y Marcela veía con humor a Rogelio moviéndose por el cuarto con sus choclos cafés y el pantalón a rayas abierto por el cierre. Se colocó el preservativo, tiro a Marcela en la cama y la penetró. 


¡Le había roto la cabeza!
Con calma se acomodó los calzones con los dedos :)por encima del pantalón mientras veía el cuerpo de Marcela, salió del cuarto para regresar con periódicos con los cuales absorbió la sangre del suelo y envolvió la cabeza de la mujer como un kilo de pellejos para gato. 
La enterró en el terreno baldío al lado de su casa, donde ni las moscas se paran. 

Basado en 
1942: Goyo Cárdenas, El extrangulador
Los mil y un velorios 
Crónica de la nota roja en México
Carlos Monsivais. 

J. Siddhartha G. S. Noviembre 2014

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